SI LA VIDA TE DÁ LIMONES, HAZ UNA LIMONADA.

EL ARTE DE LA RESILIENCIA.

 

 

 

Cuando una ostra o cualquier otro molusco es invadido por un cuerpo extraño (como por ejemplo una partícula de arena), reacciona cubriendo dicha partícula con una sustancia conocida como nácar. Al cabo de unos 10 años, esta partícula estará cubierta por una o más capas de nácar, y se convertirá en una perla.

Del mismo modo, las personas que se enfrentan en su vida a adversidades, y las superan, saldrán fortalecidos de dichas experiencias. Esto es el concepto de resiliencia, que en el campo de la psicología, fue introducido por el Dr. Cyrulnik, definiéndolo como la “Capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos”. Boris Cyrulnik, cuando tenía 6 años, consiguó escapar de un campo de concentración nazi, donde el resto de los miembros de su familia, rusos judíos emigrantes, murieron. Después de la guerra estuvo en varios centros de acogida hasta acabar en una granja de la beneficiencia, y estuvo a punto de convertirse en un granjero analfabeto. Por suerte unos vecinos le inculcaron el amor a la vida y a la literatura y pudo educarse y crecer superando su pasado, convirtiéndose en un médico empeñado en entender sus propias ganas de vivir. Neurólogo, psiquiatra y psicoanalista, es uno de los fundadores de la etiología humana.

 

“Una infancia infeliz no conduce necesariamente a toda una vida infeliz; una infancia feliz no lleva necesariamente siempre a un desarrollo saludable”. (Boris Cyrulnik)

 

El término de resiliencia proviene de la física, y se entiende como la “Capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido”.

No se puede hablar de resiliencia sin mencionar a Viktor Frankl. Fue un psiquiatra judío superviviente al holocausto nazi. Autor del famoso libro “El hombre en busca del sentido” y padre de la Logoterapia. Junto con su esposa y sus padres, Viktor Frankl, en el otoño de 1942, fue deportado al campo de concentración de Theresienstadt, pasando por diversos campos de concentración como Auschwitz, el 27 de abril de 1945 fue liberado por el ejército norteamericano. En estos años de encarcelamiento donde tuvo que soportar la mayor de las miserias, tuvo que vivir en unas condiciones extremas deshumanizadoras y atravesando el más cruel de los sufrimientos, sin saber si sus padres y mujer estaban vivos o muertos, observando su propia muerte a la vuelta de la esquina y en ocasiones, deseándola.

Y en estas condiciones, Viktor Frankl concluyó que el ser humano, en cualquier situación, puede encontrar el sentido de su existencia. Mientras tengamos algún motivo, por mínimo que sea para vivir, nuestra vida tendrá sentido. En su libro describe como aquellos prisioneros que perdían el sentido de la vida eran los que menos posibilidades tenían de sobrevivir.

 

 “Una experiencia traumática es siempre negativa, pero lo que suceda a partir de ella depende de cada persona. En la mano del hombre está elegir su opción, que o bien puede convertir su experiencia negativa en victorias, la vida en un triunfo interno, o bien puede ignorar el desafío y limitarse a vegetar y a derrumbarse.”

 

 

 

Wolin y Wolin en 1993 establecieron los siete pilares de la resiliencia, siete cualidades individuales que protegen a las personas ante las adversidades ayudándolas a generar procesos resilientes:

 

  • Introspección: se trata de preguntarse a si mismo sobre el tema que se esté tratando y darse una respuesta honesta, sin juzgarla ni etiquetarla.
  • Independencia: capacidad de establecer límites entre uno mismo y los ambientes adversos. Podría definirse como la capacidad de mantener cierta distancia emocional y física, sin llegar al aislamiento. 
  • Capacidad de relación: incide en la habilidad de establecer lazos íntimos y satisfactorios con otras personas. Empatía, sociabilidad, etc.
  • Iniciativa: se trata de exigirse y ponerse a prueba progresivamente en tareas cada vez más exigentes. Se refiere a la capacidad de hacerse cargo de los problemas y de ejercer el control sobre ellos. 
  • Humor: alude al hecho de encontrar lo cómico en la tragedia. El humor ayuda a superar obstáculos y problemas, a hacer reír y reírse de lo absurdo de la vida. El humor ayuda a producir oxitocina, la hormona de la felicidad.
  • Creatividad: capacidad de crear orden, belleza y finalidad a partir del caos y el desorden.
  • Moralidad: se refiere a la conciencia moral, a la capacidad de comprometerse de acuerdo a los valores sociales y de distinguir y elegir entre lo bueno y lo malo.

 

Estos autores desarrollaron la idea de que los daños que se pueden producir en situaciones adversas no actúan en forma lineal ni de la misma manera en las personas, sino que algunos factores funcionarán como “escudo” que permitirán atravesar la situación y superarla, saliendo fortalecidos.

Es posible que no los tengamos todos en la misma dimensión de desarrollo. Por lo tanto la tarea será reforzar, con conocimiento, reflexión y acciones esa área o factor que no ha recibido demasiado desarrollo.

Como capacidad, todos podemos llegar a ser resilientes, si lo practicamos. Es un proceso que hay que trabajar día a día. El primer paso es aceptar la situación; si niegas tu herida no puedes iniciar un proceso resiliente, una transformación. Lo primero es ser consciente de la situación que tenemos y con la que ahora hemos de convivir, y proyectar futuro.

Ejemplos de resiliencia siempre han habido y habrán, no sólo en las grandes catástrofes, como son los desastres naturales, o las situaciones de conflictos bélicos, sino también en el día a día de muchas personas en diferentes países, culturas, contextos; gente corriente que se enfrenta en su día a día a dificultades cotidianas como la pobreza y la precariedad, las enfermedades, las pérdidas y abandonos, las injusticias y los abusos, y tantas otras situaciones traumáticas.

Al final de la vida, una de cada dos personas habrá vivido un traumatismo, una violencia que le habrá acercado a la muerte, pero a pesar de haber estado abandonado, martirizado, mutilado o víctima de genocidio, el ser humano es capaz de tejer desde sus primeros días de vida, su resiliencia, que le ayudará a superar shocks inhumanos. La resiliencia es la capacidad de arrancar placer a la vida a pesar de todo lo que nos pase. O lo que es lo mismo, seguir creciendo a pesar de la adversidad. En palabras del filósofo F.W. Nietszche : “Lo que no me destruye, me hace más fuerte”.

Todos podemos vernos dentro de un pozo, en algún momento dado de nuestra vida. La fábula del burro y el pozo es una bonita metáfora del sentido de resilencia:

 

Fábula del burro y el pozo

 

Cada cual debe buscar sus propias estrategias para fortalecerse después de cada golpe de la vida. ¿Cuál es la tuya?

 

Eva Sánchez

Marzo 2018

psicologaevasanchez.es